La inclinación sistemática de los colores en relación a mi trabajo es determinada por el nacimiento de los primeros balbuceos de una concepción pictural existiendo diferentes caminos para concebir una idea. Las ideas se iluminan y comienza a aparecer una estructura que se clarifica, que se desarolla y adquiere brillantez como cada grano de arena de los desiertos del mundo y que es inalterable cuando se sobrepesa la enorme aventura de hacer “pintura”.
El color tiene su importancia que es: rabioso, caluroso, caprichoso, frio, triste, alegre o deprimido y el color lo invade todo como el aire que baila a nuestro lado en los días sin luna en los bolsillos.
La composición, el acto de equilibrar la sartén para que no se escape el aceite, es el balanceo del gusto entre lo amargo y lo acido de los movimientos incrustados que se desplazan voluptuosos en el aire coloreado de las bisagras.
Siempre busco el color en la composición pero sobre todo lo que cuenta en mi labor es el DIBUJO, es el verbo ante el verbo, es la línea que hace su aparición en el inmenso espacio de la tela, que es un desafío, es una incitación para marcar el mundo blanco del papel.
La superficie blanca me fuerza a introducirme a herir con trazos. Trazar imágenes par transcribir una emoción como cuando sentimos el palpitar de los vientos.
Otra acción interesante es la IMAGINACION, son las vivencias pasadas y presentes que las he podido aprehender en mi espacio mental, es allí donde voy a revolcar y rebuscar las ideas que son difusas y darle formas concretas. La acción imaginativa permite que mi actitud interior encuentre las luces que podrán liberar mi camino de las piedras hechas con la intención de marcar el paso de los pinceles sobre el renovado camino de la creación.
Después de todo, son los aires de los sueños que van a sazonar el cimbreante mundo de las fibras del pincel que va a acostar sus extremidades sobre la tela y es la tela que quiere evadirse para no recibir esa sonrisa de sus vecinos en el contorno del espacio dibujado.
Carlos Laos BRACHE